Es importantísimo lanzar hoy una reflexión frente a la hipocresía de PP (especialmente) y PSOE tras aprobarse el 17 de diciembre el aumento del cupo de importación del tomate marroquí. Ambos partidos son igualmente responsables del declive, por no decir aniquilación, de la agricultura tradicional del Levante y el Sureste Español, ya que pese a que Hernando, portavoz del PP en el Congreso y Valcárcel, presidente murciano, dijeran ayer que el acuerdo es una "vergüenza", lo cierto es que PP y PSOE prometen aquí una cosa a nuestros agricultores y van de la mano en Europa, que es donde se toman las decisiones.
Todas las informaciones señalan que la competitividad de la agricultura intensiva de exportación que practica Marruecos, controlada en su mayor parte por la familia real marroquí y otros terratenientes, entre ellos muchos murcianos, valencianos y almerienses vendepatrias, se basa en la violación continua de los derechos de los trabajadores del país, a los que se impide sistemáticamente sindicarse y defender democráticamente sus derechos recurriendo a la manifestación, la huelga o la presión a través de medios de comunicación y grupos políticos autogestionados.
Es una explotación que, no nos engañemos, sufren también muchos trabajadores marroquíes y españoles que trabajan en el campo y en los almacenes murcianos y contra la que las organizaciones que representan a nuestros agricultores deben también luchar en serio. COAG, UPA y demás organizaciones agrarias deberían excluir de su seno y denunciar a quienes se aprovechan de la precariedad económica para explotar a los trabajadores, vengan de donde vengan.
El último acuerdo Unión Europea-Marruecos no se puede entender más que como continuación de unas políticas que, teniendo a la Organización Mundial del Comercio y a la Unión Europea como actores principales, tienden a la substitución de las agriculturas locales y de
subsistencia por los grandes consorcios exportadores. Éstos se aprovechan de la falta de democracia política y laboral del llamado Tercer Mundo para inundar el mercado con productos a un precio muy inferior al precio local.
Las multinacionales de la alimentación, que se legitiman alegando que los países del Tercer Mundo deben poder vender libremente sus productos para desarrollarse, son realmente las únicas beneficiarias de un comercio que sólo deja sueldos de miseria y mercados locales desabastecidos. Ejemplos como el de la carne de vacuno argentina que viaja miles de kilómetros por mar, a Europa y EE.UU., mientras que los niños de Tucumán se mueren de hambre o el de las grandes compañías internacionales que expulsan a los pueblos indígenas transformando sus tierras y recursos de alimentación en campos de soja a exportar son de sobra conocidos. El documental We feed the world de Erwin Wagenhofer es en este sentido revelador.
El éxito del tomate marroquí es sólo el último ejemplo de una economía competitivamente salvaje frente a la que los trabajadores de España y Marruecos forman un sólo pueblo: amenazado, desunido y engañado por quienes dicen representarlo.
Todas las informaciones señalan que la competitividad de la agricultura intensiva de exportación que practica Marruecos, controlada en su mayor parte por la familia real marroquí y otros terratenientes, entre ellos muchos murcianos, valencianos y almerienses vendepatrias, se basa en la violación continua de los derechos de los trabajadores del país, a los que se impide sistemáticamente sindicarse y defender democráticamente sus derechos recurriendo a la manifestación, la huelga o la presión a través de medios de comunicación y grupos políticos autogestionados.
Es una explotación que, no nos engañemos, sufren también muchos trabajadores marroquíes y españoles que trabajan en el campo y en los almacenes murcianos y contra la que las organizaciones que representan a nuestros agricultores deben también luchar en serio. COAG, UPA y demás organizaciones agrarias deberían excluir de su seno y denunciar a quienes se aprovechan de la precariedad económica para explotar a los trabajadores, vengan de donde vengan.
El último acuerdo Unión Europea-Marruecos no se puede entender más que como continuación de unas políticas que, teniendo a la Organización Mundial del Comercio y a la Unión Europea como actores principales, tienden a la substitución de las agriculturas locales y de
subsistencia por los grandes consorcios exportadores. Éstos se aprovechan de la falta de democracia política y laboral del llamado Tercer Mundo para inundar el mercado con productos a un precio muy inferior al precio local.
Las multinacionales de la alimentación, que se legitiman alegando que los países del Tercer Mundo deben poder vender libremente sus productos para desarrollarse, son realmente las únicas beneficiarias de un comercio que sólo deja sueldos de miseria y mercados locales desabastecidos. Ejemplos como el de la carne de vacuno argentina que viaja miles de kilómetros por mar, a Europa y EE.UU., mientras que los niños de Tucumán se mueren de hambre o el de las grandes compañías internacionales que expulsan a los pueblos indígenas transformando sus tierras y recursos de alimentación en campos de soja a exportar son de sobra conocidos. El documental We feed the world de Erwin Wagenhofer es en este sentido revelador.
El éxito del tomate marroquí es sólo el último ejemplo de una economía competitivamente salvaje frente a la que los trabajadores de España y Marruecos forman un sólo pueblo: amenazado, desunido y engañado por quienes dicen representarlo.
José Luis Egío (miembro de IU Santomera)
1 comentario:
Cada vez se ve mas claro que PP y PSOE son dos caras de la misma moneda capitalista y explotadora.
Publicar un comentario